“¡Bienvenido, Otoño!” hemos denominado a la salida de los alumnos del Primer Ciclo de ColeCarrión al Parque Nacional de Cabañeros.

Pero la verdad es que si no fuera por algunos hongos y setas que vimos y las pocas bellotas que cuelgan y caen de encinas, quejigos y robles, parece más finales de verano por la temperatura y por la sequedad del suelo y de la masa forestal.

Una pena, pero no perdemos la esperanza de que el Cielo nos regale una fina y abundante lluvia que devuelva la plenitud a todo lo natural.

Por otra parte, no es difícil observar animales silvestres en la naturaleza si se accede a los entornos de manera silenciosa, y más fácil es en un Parque Nacional, habituados a la presencia humana y sin estar hostigados por la caza.

Pero, claro, si sesenta niños y niñas llegan al lugar gritando, chillando y dando carreras como potrillos, es de entender lo de “uñas a la madriguera, pezuñas a la huidera, picos y plumas a la buitrera”. No, no vimos ni siquiera un rabilargo o una urraca. Bueno, sí, de lejos diciéndonos bye bye; aunque también vimos los rastros de zorros y jabalíes.

En el centro de interpretación de Casa Palillos, ilustrados por una monitora del Parque y un vídeo que les encantó, tuvimos la oportunidad de aprender los elementos del ecosistema “bosque mediterráneo”.

Ya fuera, hicimos una senda identificando arbustos y árboles característicos, conocimos una cabaña de pastores y carboneros de las que le dan nombre al Parque y una antigua huerta con noria y su alberca llena de agua pura, rodeada de toronjiles y poleos que desprendían aromas a Gloria.

Después, nos trasladamos en bus a la zona recreativa aledaña al dique del embalse de Torre Abraham, donde cominos y se hartaron de correr, saltar, caerse, revolcarse, recolectar bellotas y agallones… puf…

Hasta la próxima.

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